por Arianne Sodero Calvet







viernes, 16 de febrero de 2018

soy tu fan



Varios de mis amigos estudiaron cine por Buñuel, Fellini, Kurosawa o Martel. Genios todos, obviamente, inagotables fuentes de inspiración. Pero yo… Yo decidí estudiar cine por Constanza Novick. 

Acababa de mudarme sola, a un departamentito sin ventanas que daba a Rivadavia, pero ojo, a la parte angosta de Rivadavia, cerca de la calle San José, donde el paisaje se vuelve desolador los fines de semana y los feriados. Sinceramente era una postal del infierno: 20 mts2 de alfombra marrón y techo verde oscuro, un colchón en el piso, dos sillones de caña (porque si uno le pone ganas, siempre puede estar peor) y un televisor. Todo iluminado con tubos fluorescentes estilo pizzería Ugis.

En esa época el calentamiento global era algo que pasaba lejos y Buenos Aires en invierno todavía era un lugar frío. Para llegar a la Facultad, tenía que atravesar la plaza del Congreso estallada de pancartas a favor o en contra de las retenciones del campo; Julio Cobos no había dicho aún que su voto “no era positivo”; gobernaba Néstor y se respiraba un aire de posibilidad y renovación en todos lados. Latinoamérica se estaba organizando de una vez por todas, o al menos eso creíamos. Por fin las cosas estaban comenzando a salir bien. La ciudad latía (o rugía) con cada medida del gobierno mientras nos enterábamos del caso Papel Prensa en un programa nuevo, con 6 panelistas, en canal 7, a las 8 de la noche.


Un día llegué a casa y prendí la tele. Comenzaba una serie que tuve que ver casi obligada porque no tenía cable. Al menos la presentación era simpática y el tema de apertura, pegadizo. Un bar, Dolores Fonzi con cara de orto, una ventana y en la mesita de al lado, Gastón Pauls. Él le pregunta algo del helado de dulce de leche y ella le contesta que está haciendo tiempo para entrar al analista. “Bien, hay una analista implicada, razón suficiente para que termine de ver el capítulo” pensé (Nota: yo estudiaba psicología y Freud era mi cosmovisión del universo). Fonzi hacía el papel de Charly… García. Carla García se llamaba y con ese nombre la magia comenzaba a desplegarse. En la pantalla se veían los micrófonos y el sonido estaba raro, sin embargo todo lo que sucedía resultaba hipnótico. En sesenta minutos Alejandro Lerner, la Negra Vernaci, Leonora Balcarce en patines, y una ex Bandana giraron en torno a la historia de una chica que cursaba Sociales en la UBA en medio de sus crisis existenciales. Me estalló la cabeza. Ocho capítulos de bajísimo presupuesto y un desenlace con Gael García Bernal, México y “Querida” de Juan Gabriel. Es decir, TODO. En un mundo sin Netflix donde internet era un lujo para pocos.


Años después, mudada a un departamento más normal (“normal”: dícese de un habitáculo con al menos una ventana pequeña), pude convencer a mis dos mejores amigos, Hugo y Sofi, que viéramos “Soy tu Fan”, aquella serie de Constanza Novick que yo recordaba vagamente y moría por volver a ver. La pusimos a las doce de la noche y la terminamos a las ocho de la mañana, eufóricos. Fue un motor que nos empujó a sacar pasajes a México. Bueno, en rigor de la verdad, a “querer sacar pasajes a México” porque no nos alcanzó la plata… Así que decidimos ir a “lo mas parecido a México” es decir, el Camino Inca. Hicimos cuatro días y tres noches a pie, en subida, impulsados exclusivamente por el capítulo final de “Soy Tu Fan”.


Imposible, una caja negra, el misterio de lo solemne. Eso era el cine para mi. Algo que se jugaba en las esferas celestes entre semidioses. A mis 12 o 13 años, contarle a tus amigos que habías visto 8 y 1/2 o El Ángel Exterminador, era como prender el primer pucho que te hacía toser pero que disimulabas con tal de formar parte del grupo. Mirar cine “de autor” era canchero, aunque no entendieras una goma. Yo entendía poco y nada, si, pero me encantaba. A pesar de sentirlo lejano e irrealizable.


“Te veo distante, te veo distinto”, le decía Dolores Fonzi a Gastón Pau…, no… no era Gastón Pauls porque a mitad de la serie, Pauls renuncia y de la nada aparece otro actor de reemplazo. Y Fonzi, tomando un café, le tira esa línea de diálogo. Así era “Soy Tu Fan”. Irreverente, lúdica, inspiradora. Volvimos de Perú y nos pusimos a escribir una serie con Hugo. Lo hicimos porque lo creímos posible. Tiempo después los dos estábamos cursando en la ENERC producción y guión respectivamente, escribiendo cosas, haciendo lo que nos gustaba. Yo por mi parte, porque entendí que se podía escribir bien sin necesidad de ser solemne y que podía existir una escritura imperfecta y bella. También divertida, tierna, inteligente, para llegar al corazón y a la cabeza de otros.


Constanza Novick acaba de estrenar “El futuro que viene”, película en la que actúan Dolores Fonzi y Pilar Gamboa. La fui a ver y lloré los diez minutos que duraron los créditos finales. Lloré con mocos, o sea… lloré en serio. No se si fue reencontrar a Charly García en los gestos de Romina, o ver la escena del auto, o el novio mexicano de Florencia. Capaz todo eso junto operó como una máquina que me llevó a otro tiempo, a Hugo y Sofi , al departamento de Lavalle en un país con Néstor y sin Macri, a la esperanza de tener un futuro lleno de posibilidades y de libertad.

El arte causa. La obra de Novick impulsó una serie, un viaje, una carrera y las ganas e escribir estas líneas para publicar en Facebook. Vayan a ver “El futuro que viene”, aprovechen que está en cartelera. Es hermosísima.

Los 17 puntos.



Con Robertito pasábamos todo el tiempo en el baldío de al lado de su casa. Jugábamos a ver quién encontraba más latas de pintura, gomas de auto y alambres oxidados. Lo cierto es que siempre ganaba él y yo lo odiaba por eso. También lo odiaba porque Robertito tenía el privilegio de ser un año y cinco meses mayor que yo, hecho que lo ponía en un lugar naturalmente superior.



Ese día fuimos al baldío en ojotas. Robertito estaba bastante lejos cuando lo escuché gritar. Lo ignoré por completo. Siguió gritando un rato largo, hasta que se calmó y me pidió que fuera. Recién entonces me acerqué y pude ver que tenía una laja rota incrustada en el tobillo. Yo quería salir corriendo, sacarme la responsabilidad de tener que ayudarlo. Quería dejarlo solo. Después de todo, si Robertito podía tallar un auto antiguo en un jabón de lavar la ropa, y podía atar un cable a una percha de alambre para captar la señal de radio ¡Cómo no iba a poder sacarse la laja y terminar con el asunto! Él tenía que hacerlo. Por mi. Yo necesitaba que lo haga. Pero no, había mucha sangre y la herida se veía sinceramente mal.



Inmóviles, calculamos los posibles desenlaces. Entendimos que uno de los dos debía actuar. Pero él tenía una herida grave y yo no. 

Sin hablar, le saqué la laja con torpeza, de a tramos. Se aguantó el dolor un rato, hasta que no pudo más y se largó a llorar (verlo por primera vez, inconsistente y frágil, me partió al medio). Con su remera hicimos una precaria venda y así llegamos hasta su casa… al borde del desmayo, ambos.


Le hicieron diecisiete puntos.



No se por qué tengo un recuerdo tan nítido de ese momento. Pasaron cosas mucho más importantes en mi vida que borré completamente. Supongo que los instantes en los que crecemos se nos graban de algún modo. Esos que pasan y de pronto no volvemos a ser nunca más los mismos.



*(yo tenía siete años; Robertito ocho y cinco meses).

Taras Bulba


Cuando mi mamá tenía 14 o 15 años, la Metro Goldwyn Meyer filmó Taras Bulba en Salta. Fue una mega producción, con Tony Curtis, Christine Kauffman y más de 500 extras en escena. Si ¡en Salta! Aparentemente el paisaje era similar al de Ucrania, solo que mucho más barato. Mi mamá hizo de odalisca y mi papá de corsario. Toda su generación tuvo algún papel en esa película. El comentario obligado con mis amigos siempre fue “de qué salieron tus papás en Taras Bulba”. (nota: esta historia no es sobre cómo se conocieron mis padres). Cuestión que uno de los productores se quedó fascinado con mi mamá y le propuso que fuera a Hollywood para hacer otras películas con ellos y que entre en la línea de Sofía Loren y Claudia Cardinale. Mi abuela no la dejó, porque era muy chica, porque no era ambiente para ella, porque no iba a viajar toda la familia a otro país.


En parte me alegra, porque unos años después nacieron mis hermanas y nací yo.



Hace un tiempo estábamos con Maria en un Blockbuster y encontramos Taras Bulba en la góndola de clásicos. La alquilamos y nos juntamos todas a verla. Mi mamá estaba feliz, creo que vio la película una sola vez, hace cuarenta años y nunca más. La entiendo: dura 3 hs y es un bodrio. Pero verla con la crítica simultánea de mi vieja, los chismes de rodaje y los recuerdos que se le venían fue uno de los momentos mas increíbles de mi vida.



Por alguna razón, nunca nos quedó el “que hubiese pasado si…” Será porque mi mamá habla poco de eso. También habla poco de su mamá, mi abuela. Creo que no es necesario que se explaye, estoy segura de que cada una tiene su versión de eso que nunca nos contó. Lo sabemos igual, pero distinto.

sábado, 25 de julio de 2015

efeméride


Finalmente, todo vuelve al mismo lugar.

jueves, 9 de abril de 2015

kireinatatemono


Si el Hombre es esencialmente finito, no puede ser plenamente auto conciente más que tomando conciencia de su muerte. Solo sabiendo que es irremediablemente mortal, el Sabio puede alcanzar la plenitud de la satisfacción.

A. Kojève


A Marie la conocí por su blog.
Únicamente por su blog y por los derivados bloggers que de él surgieron.
Marie tiene cáncer y asumió la enfermedad de un modo casi sin precedentes: de forma conciente. Leí todos sus posts y  me sorprendí por el grado de lucidez que puede alcanzar el ser humano algunas veces.
Sus amigas, igual de brillantes, la acompañan en cada momento. Lo se por los posteos, obviamente. Y lo creo. Si, claro que lo creo.

Ayer fue su cumpleaños y de alguna forma inexplicable me sentí muy cerca de ella y tuve muchas ganas de abrazarla.  
Pasa cuando la realidad virtual se vuelve igual de intensa que las otras realidades. Pero pasa también porque Marie escribió un montón de cosas, dibujó, sacó fotos de todo tipo, nos hizo conocer su mundo a su manera: con altas dosis de humor, ironía, irreverencia y sarcasmo. Eso es lo que queda. A mi, que solo soy una “espectatriz” de twitter y blogspot. A mi me queda eso.



domingo, 11 de enero de 2015

El fantasma soy yo (2)


Mi plan para este año: raparme, ponerme tres peircings y hacerme un tatuaje que ocupe desde el hombro hasta la cintura ¿De qué? No, ni idea. Capaz un dragón chino.

Freno tres centímetros antes de estrellarme contra el paredón y pienso: hay algo que está mas allá del espejo, y al mismo tiempo no.

Primera etapa: cumplida.




jueves, 8 de enero de 2015

El fantasma soy yo (1)


“Papá, sabés que le tengo miedo a los fantasmas, por favor no te me aparezcas, no estés detrás de mío” dice Alexander, en Fanny y Alexander.




Las vacaciones te dan eso.
Tiempo para pensar,
y para ver películas.

lunes, 18 de agosto de 2014

...



Ves?
Te vas... y pasa esto.

domingo, 23 de marzo de 2014

superdraper


“Una imagen vale más que mil palabras”, era el tema que se debatía en clase.

La mayoría opinaba que si, argumentando que la inmediatez de las emociones y de los sentimientos que transmiten las imágenes excede a la limitación de las palabras.

Intenté expresar de todas las formas que pude que eso no era tan así, que las palabras, es decir las ideas, determinan todas y cada una de las imágenes de este mundo.

Lástima que no estaba Don Draper, con su magistral capacidad de síntesis. Él podría haber dicho en dos líneas lo que yo no pude decir en toda la clase.

"El amor no existe, 
el amor es algo que inventamos nosotros 
para vender medias de nylon”.



viernes, 28 de febrero de 2014

a veces, literal


Hay pocos momentos en la vida en los que es mejor no pensar. Son paréntesis necesarios en donde dejamos que pasen otras cosas.

El asunto es que hay formas y formas de no pensar.

De esto veníamos hablando hoy con mi analista.

Por alguna extraña jugada de mi inconciente, camino a casa pasé por un local y compré una remera. En ese momento me pareció preciosa. Única, original e inigualable.

Y después… después me di cuenta.



lunes, 11 de noviembre de 2013

Modelo de Libertad



Todos podemos ser felices, 
en veinticuatro cómodas cuotas.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Aux y el ojo de vidrio


La familia es el lugar de los mitos de origen de cada uno. Hace creer que venimos de algún lado y que tenemos un pasado escrito que  nos legitima en el presente. La familia tiene el poder de inscribirnos en el recortecito de tiempo que nos toca pasar.

En la mía aparecen una señora y un barco, un embarazo y una infección. Río de Janeiro y un médico (o como se le haya nombrado en aquél siglo). Una intervención quirúrgica y un ojo solo. Buenos Aires y Francisco Acuña de Figueroa. Una viuda, las preguntas sin respuesta y Salta, finalmente Salta. Con la señora, su precaria prótesis y el  apellido mutado, transformado, desfigurado.

La historia se escribe con lápiz o con tinta indeleble. Es una decisión.
(por suerte en esta época también existen el software, el procesador de texto y los psicoanalistas).


lunes, 28 de octubre de 2013

dripping


Aunque no pueda distinguir entre una oportunidad de cambio y una puntada en el estómago, de una cosa sí estoy segura: la última gota no es la que rebalsa el vaso.


miércoles, 23 de octubre de 2013

parapetos


dijo que no quería pensar,
y con esa frase tiró abajo
el último pilar que lo sostenía.

Su  estrategia para salir ileso,
para que no duela,
para que pase rápido
y no deje huellas.

(decir que no,
no es lo mismo que decir no)

Tiene otra, además:
quedarse solo,
con las ventanas cerradas
y el aire acondicionado.

pero no,
esa tampoco funciona.




sábado, 5 de octubre de 2013

Todo menos el fuego


“Muchas veces me preguntaba de dónde provenía el principio de la vida. Pregunta atrevida, sin duda y que tantas veces ha sido considerada un misterio; mas hay muchas cosas cuyo secreto podríamos dominar si la cobardía o el descuido no restringiera nuestras investigaciones.” (M.W.S)

El ser humano tiene sólo dos preguntas sobre las que hace girar su existencia. Por una de ellas llamé hoy a D., mi amigo biólogo. Como no supo qué decir, me dijo que no iba a decir nada, pero que prefería hacer silencio personalmente. Y vino a casa con su esposa C., también bióloga. Quedamos mirándonos a los ojos un rato  hasta que…

C.- Creo que es aquello que puede mantenerse vivo, perdurar en el tiempo como especie a través de la procreación…

D.- Que no puede surgir a partir de la materia inerte, solo surge a partir de otro ser vivo…

C.- Es algo que no se puede definir todavía, porque el fuego también entraría en la definición, nace crece y se muere, y si prende otra llamita de su propia materia esa llamita puede seguir el ciclo. Sin embargo el fuego no…

D.- Todo lo que se ajusta a esta definición, menos el fuego.

C.- Todo menos el fuego y las mulas, que nacen de dos seres vivos pero no puede procrear, son estériles.

D.- Todo menos el fuego y las mulas

C.- … y los tigrones, que nacen de la cruza entre…

(...)

El ser humano tiene sólo dos preguntas sobre las que hace girar su existencia. Ninguna tiene respuesta y en la búsqueda de tal, eso que no puede decirse, siempre se escapa.




viernes, 13 de septiembre de 2013

de imperativos y generaciones

 
Las herencias suponen dos lugares. El lugar de quien la deja y el lugar de quien la recibe.

Mi abuelo me dejó un cofre cerrado con candado y la idea de que ahí se guardan todas las garantías de la vida. El problema es que la llave que abre el candado no existe y la creencia sobre lo que contiene ese cofre es avasallante. Tan poderosa que puede dirigir una vida entera.

Mi abuelo me dejó un arma mortal, con el cargador lleno. Y eso que tan solo dejó una idea y nada mas: la que hace creer que el motor de la vida de uno, está puesto otro lado.


sábado, 15 de junio de 2013

(almagro con niebla)




Hubo traición, amantes despechadas y errores de ortografía. No sin razón, lo más doloroso fueron los errores de ortografía.

El amor silencioso nunca es pasajero. Esa es la verdad última, de la que uno debería hacerse cargo. O no y asumir las consecuencias.


miércoles, 12 de junio de 2013

un trazo, nada mas


Pienso, luego existo.
Pienso luego, existo.




(uno tan esencial, que  hace al marco del mundo)
 
 

sábado, 8 de junio de 2013

neologismos


Santa María es una ciudad donde suceden cosas fuera de todo cálculo (aunque con los años se hayan vuelto totalmente calculables). Al turista desprevenido, le puede sorprender que en el bar de la plaza principal (es decir, en El Bar de La Plaza Principal), el mozo se niegue rotundamente a servir un sánguche de lomito “sin mayonesa por favor”. Porque el plato sale con mayonesa, y punto. Resultará en vano intentar justificar el pedido con una alergia, por ejemplo. Por más grave que esta sea. La respuesta del mozo siempre será la misma: “…y…sale con mayonesa, si no le gusta, pídase otra cosa”. Con y a pesar de estos reveses, Santa María es una ciudad adorable.

En Santa María, algunos sentidos están coagulados. Algunas palabras funcionan por fuera del lenguaje. Solas. Unívocas. Algunas palabras no admiten la interpretación. Simplemente son.

Como la vida de algunas personas, hayan o no visitado Santa María.





martes, 4 de junio de 2013

a E.



Gracias por hacer que mis miedos no anden perdidos, 
dando vueltas, 
huérfanos.

Y por ponerle nombre a todos mis fantasmas.



viernes, 31 de mayo de 2013

las cosas como son





En la metáfora, el sentido se desborda.
Cuando falta, solo queda un lugar posible.
Petrificado y sin tiempo.
Donde el cuerpo deja de ser cuerpo y se vuelve sustancia.

Hay algo más. Algo perturbador, escalofriante.

Y es que a veces, falta la metáfora… y no se nota.


viernes, 24 de mayo de 2013

Hipocondría, hipocondriara o hipocondriase.


La relación con mi cuerpo está profundamente determinada por el significante. Como la de todos, bah.

Si pienso que “me envenené”, corro a la Guardia de la clínica San Camilo que (aún) me recibe con los brazos abiertos.
 
A veces creer en una posible “insuficiencia cardiaca”, me quita el sueño varios días y varias noches.

Cuando finalmente el tratamiento médico a mis malestares eventuales se circunscribe a una receta de ibuprofeno 400mg –ni siquiera de 600mg-, entiendo que lo que duele, lo que en verdad duele… es…  (*1)




(*1) esa cosa que alivian los psicoanalistas.


martes, 7 de mayo de 2013

Serás (no importa qué)

















Cuando me presentan a algún desconocido y digo, con la sinceridad que a veces me permito: “no hago nada”, o peor aún: “trabajo en un call center”, siempre aparece alguien que resume mi CV con cierto nerviosismo en el tono de voz. Generalmente su frase comienza con: “bueno, pero trabajó en… estudió tal cosa… además hizo esto, y aquello… bla”.

Como si justificar –con palabras que no incomoden- nuestra existencia ante los demás fuese más importante que pensar en serio los eventuales aprietos en el circuito del deseo.

sábado, 4 de mayo de 2013

la letra chica


El funcionamiento de la economía es una caja negra para muchos, entre los que me incluyo. Por tal motivo, ante las cuestiones básicas de la vida cotidiana, como la inflación de los precios en el supermercado, estamos desprotegidos. No saber sobre las cosas importantes, nos vuelve indefensos. No entender la lógica de la trama, nos hace vulnerables.

Pensaba, por ejemplo, en que si se llegase a romper el calefón de casa y viene Juan Carlos Arreglatodo y me dice: “Señora, hay que cambiar el motor” deslizando un módico presupuesto de cuatro cifras “solo por ser usted, sino lo cobro mas, vio?”. Lo pagaría. Si. Pagaría por el motor de un calefón.

El problema es que si creo en la palabra de Arreglatodo puedo quedarme tranquila y contenta con un calefón funcionando con “motor nuevo”, pero si lo pongo en duda tengo que abrir el calefón y llevarme la enorme desilusión de que en verdad, los calefones no tienen motor (al menos no el que me vendió JC).

El saber tiene un costo. Implica un gasto de energía. Ver, investigar, leer, pensar. Querer saber, es todo lo contrario a quedarse tranquilo.

Si no entendemos la economía de la inflación y sin saber (porque no tenemos por qué saberlo de entrada) repetimos discursos ajenos, vamos a repartir mal las responsabilidades. Se trata quizás de tomarse el tiempo y el trabajo de abrir la caja negra y querer ver. Pero sobre todo, se trata de estar dispuesto a hacerlo.




lunes, 29 de abril de 2013

de blancos manteles almidonados (y de mi madre también).


Si hay algo que adora mi mamá, es contar historias ajenas. Preferentemente de desgracias e infortunios.

El último domingo fuimos a comer afuera. Mientras esperábamos en una de las inmensas galerías del caserón/restaurante, me puso al corriente. La dueña, al quedar viuda, lo había perdido todo. Eran sus últimos días en aquella mansión, antes que se efectúe el embargo, y la viuda para sobrevivir cocinaba los domingos.
Nos sirvieron empanadas y coca cola con cubiertos de plata y copas cristal. Seguramente era la vajilla con la que habría agasajado a sus invitados en otros tiempos.

Me quedé mirando las copas, los tenedores, las cucharitas de café.
Los manteles bordados a mano.
Los servilleteros de plata.

Entonces entendí que cuando faltan los motivos, todo se detiene en un instante y para siempre.


viernes, 5 de abril de 2013

a la luz de una indentificación



Por mas solo que uno crea estar,
siempre está el otro
el del espejo.

Dicho de otro modo: 
uno nunca está solo.
Lamentablemente.

miércoles, 3 de abril de 2013

jueves, 28 de marzo de 2013

Rp./


Desde que los médicos se convirtieron en empleados de la Organización Mundial de la Salud, la práctica de Hipócrates se volvió un tanto crítica: la relación se establece con la papeleta de la obra social, de la ART, de la prepaga, etc.,  y no con el paciente. Así también, la atención de quien le suponemos un saber se posa en las casillas reglamentarias y no en la curiosidad clínica por el cuerpo humano.

Por suerte mi médico de cabecera tiene casi 70 años y me vive recetando placebos; previo riguroso examen con el estetoscopio, la linternita, y una indagación exhaustiva que le lleva mas o menos cincuenta minutos.

Si, el tipo la tiene clarísima.