Las mudanzas, funcionan como un crisol emocional.
No se dónde, no se por qué.
No se cómo y no se cuándo.
Solo dueños y la perversión inmobiliaria.
Tiempo límite y el otro. Siempre el otro.
Una decisión, el azar y la casualidad.
Entre las ganas, las posibilidades y el mercado.
Y querer cruzar la gran avenida que divide el tiempo.
El barrio nuevo, que siempre estuvo ahí.
Cerca.
Almagro siempre estuvo cerca.
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