por Arianne Sodero Calvet







miércoles, 22 de agosto de 2012

El nombre de las cosas


Algunas cosas necesitan un nombre. Porque sin esa palabra que las nombra, son nada. Absolutamente nada. Ayer, sin ir mas lejos, vi una película, y mientras la veía no me gustaba pero, por alguna razón, llegué hasta último minuto con cierto interés. Podría haber sido solo una película mediocre, hasta que en los créditos apareció el nombre del autor de la novela en la que se basaba la peli. Ese nombre vino a rescatar las pocas partes interesantes del relato. Un autor que contra todas las falencias del film, hizo que la idea central sea finalmente consistente.

Los nombres sostienen y dan un lugar en el mundo. Pensaba en el migitorio de Duchamp. Esa cosa que casi no existió hasta que le pusieron una firma, la nombraron, y así dejo de ser un migitorio para tener un lugar en la historia del arte, en nuestras ideas, en nuestra forma de ver y analizar las cosas. Le bastó un nombre, le bastó una firma.

Pensaba en cómo a veces los pedacitos y los recortes que conforman nuestra vida, las ideas y los proyectos inconclusos que no llegan a nada, que se disuelven en el camino, por el solo hecho de no poder darles un nombre, un lugar, una palabra que los haga existir.



1 comentario:

Anónimo dijo...

y lo más curioso es que duchamp lo firmó con otro nombre, un nombre que era parte de sus juegos de ingenio sin fin. es como si una mentira también sirviera para sacar algo y llevarlo a otra parte