“Y… te casaste ya?” : con estas palabras una monja indaga mi
vida sexual, sentimental y amorosa en el
trayecto de ciento veinte minutos que, por casualidad, compartimos. Para el
deleite de mi corazoncito formateado por Freud y Lacan, la monja (subrayo, la monja) continúa: “¡qué aburrida, vamos a
rezar por vos para que no se te pase el tren!”. Feliz año nuevo y gracias, oh energúmeno almidonado,
por confirmar mi opinión acerca del gremio religioso. Pasaron diez años desde que te vi la última
vez, en el último acto del colegio. Estas igual. Y algo me dice que vas a seguir
idéntica si en diez años más tengo la bendita suerte de volverte a encontrar.
lunes, 31 de diciembre de 2012
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