La familia es el lugar de los mitos de origen de cada uno. Hace creer que venimos de algún lado y que tenemos un pasado escrito que nos legitima en el presente. La familia tiene el poder de inscribirnos en el recortecito de tiempo que nos toca pasar.
En la mía aparecen una señora y un barco, un embarazo y una infección. Río de Janeiro y un médico (o como se le haya nombrado en aquél siglo). Una intervención quirúrgica y un ojo solo. Buenos Aires y Francisco Acuña de Figueroa. Una viuda, las preguntas sin respuesta y Salta, finalmente Salta. Con la señora, su precaria prótesis y el apellido mutado, transformado, desfigurado.
La historia se escribe con lápiz o con tinta indeleble. Es una decisión.
(por suerte en esta época también existen el software, el procesador de texto y los psicoanalistas).
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