por Arianne Sodero Calvet







miércoles, 20 de febrero de 2013

Carlita en el espejo


S. nos habló de ella en un campamento. Le bastó juntar los elementos comunes de la cinematografía mas bizarra del cine de terror para darle un cuerpo, una historia, una vida. Nosotros, desprotegidos simbólicamente ante la autoridad retórica de S., le creímos. Creímos en su pequeño monstruo, en la niña que lo visitaba todos los días, que hacía aparecer lo sobrenatural en lo terrenal de todos los reflejos de su casa nueva de San Telmo.

Carlita existió para nosotros esa noche. Encarnó en la intimidad de la imaginación, los fantasmas de cada uno de los seis que hacíamos la ronda en aquél fogón de luciérnagas.


Lo único que recuerdo haberle dicho a H, que estaba sentado al lado mío fue:

Me acompañas a buscar un buzo?
En serio, no me animo a ir sola.
De verdad.


Y me dijo, en voz baja:

Yo tampoco me animo, dejá, tomá el mío…


No hay comentarios: