El otro sabe, siempre. No puede ser que el otro no sepa nada. Creer eso, al menos, tranquiliza. ¿Y si sabe tanto como uno? Es decir ¿si sabe tan poco como uno?
La grieta se abre. Rompe la superficie. Invita al ojo espía a (des)creer en la imagen verdadera y a (des)conocer la mentira óptica. La grieta se expande y desteje la trama, recoge las hilachas e hilvana otra posible realidad.
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